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Nuestros hijos necesitan saber que:
1. Dios es el Creador de todas las cosas
Él es la fuente de nuestra vida, el único digno de adoración.
Colosenses 1:16 “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.“
2. Dios nos creó con propósito
Debemos enseñar a nuestros hijos que todos tenemos un propósito, que Dios no crea a las personas por casualidad y que como familia debemos apoyarnos los unos a los otros. Los hijos tienen que colaborar en la casa, tienen que sentir que pertenecen, que son útiles y que sus ideas también cuentan. Todo lo que entra a la casa debe venir de Dios para que haya bienestar y gozo, porque es la bendición de Jehová la que enriquece y no añade tristeza en sí. Toda acción y tarea que hagamos debe tener un propósito y la debemos realizar lo mejor que podamos, como para Dios y no para los hombres.
3. Diferencias entre relación o religión
Enseñemos a nuestros hijos a vivir una vida en relación con Dios, basada en principios bíblicos y en el amor a Dios, basada en el conocimiento de su Palabra, entendiendo que la salvación no es por ley sino por gracia, pero que la ley es buena, que regula nuestra conducta y nos muestra cuando pecamos y nuestra necesidad de Dios.
Dios quiere relación y no religión. Las normas deben ser aceptadas con fundamento y con plena convicción de que Dios sabe lo que es mejor para nosotros, pues sus pensamientos son más altos que los nuestros.
Nosotros no somos dueños de nuestros hijos, ni debemos ser estrictos con ellos al punto de llegar al cansancio o exasperarlos, llenando sus cabezas de teorías y costumbres de hombres. Enseñemos a nuestros hijos, a ser sensibles a lo espiritual, no por obligación o por imposición.
Ciertamente hemos visto muchas familias donde los padres obligan a los hijos a ir a la Iglesia, a leer la palabra y a aprender y repetir oraciones diarias; y en gran parte de los casos no se fomenta una genuina relación con Dios. Por tanto el resultado no es positivo, y al cabo de cierto tiempo ellos dejarán de congregarse e incluso tendrán una falsa imagen de quién es Dios en realidad.
El mejor amigo a quien podemos acudir es el Espíritu Santo. Él nos conoce por completo. No busquemos imitar a humanos, no somo iguales a otros, y no estamos en competencia con otros. El Espíritu Santo nos guíe a toda verdad. No perdamos oportunidad para modelar a nuestros hijos una genuina relación con Dios e inculcarles a tener su propio devocional diario.
4. Identidad y autoridad
Tan sutil es nuestro enemigo para hacer que desde pequeños los niños no tengan una identidad definida o la pierdan, buscando cientos de estrategias para lograr pervertir los diseños de Dios y los planes de Él para sus vidas, haciéndoles víctimas de críticas, discriminación, rechazo, etc., que hacen que no valoren las diferencias que tienen respecto a los demás y busquen en este mundo ejemplos para seguir, en la mayoría de los casos, a aquellos que tiene fama y dinero, a pesar de que sus vidas reales sean un caos verdadero.
Cuando tengan la edad suficiente los hijos deben aprender quienes son y de donde vienen. Deben saber que la autoridad implica responsabilidad. Deben estar conscientes de que los actos que realicen tendrán consecuencias, Dios no puede ser burlado y todo lo que el hombre sembrare eso también segará.
No es posible tener autoridad en el mundo espiritual si no se tiene identidad definida, si no somos obedientes a Dios y a su Palabra, si no somo guiados por el Espíritu Santo.
Enseñemos a nuestros hijos quienes somos en y para Dios, así ninguna mentira del enemigo podrá permanecer en sus cabezas. Aunque lleguen los problemas ellos sabrán a quien acudir y en quien creer pues se conocen y tienen una relación estrecha con Dios.
Desde edades muy tempranas podemos enseñar a nuestro hijos valores imprescindibles para que fomenten su identidad, para que tengan buena autoestima y aprendan a lidiar con sus emociones.
5. Como debe ser nuestra vida. Carne vs Espíritu
Podemos enseñarles, así como el apóstol Pablo, que nosotros no debemos vivir como vive el mundo, sino que debemos tener una manera de vivir que modele a quien servimos. Esto implica mostrarle a nuestros hijos, a la edad indicada, las consecuencias de los deseos de la carne, de la idolatría, de la fornicación y de pasiones desordenadas.
Los hijos deben tener claro cuáles son las obras de la carne y sus consecuencias, así como el fruto del Espíritu y sus beneficios. Deben tener claro que Cristo nos será más cercano en la medida que el pecado nos resulte más amargo y lejano. Recordémosle que no debemos amar las cosas de este mundo, la verdadera libertad y felicidad no consiste en estar lleno de cosas materiales.
“Colosenses 3:12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia”
6. Un hijo agradecido y humilde.
Debemos ser padres agradecidos de Dios, en todo lo que hacemos, en todo lugar y por todas las cosas. Agradezcamos a Dios por nuestros pequeños, pues herencia de Jehová son los hijos. No eduquemos bajo el emocionalismo, o el «amor» que permite todo sin poner límites. El verdadero amor busca lo bueno y el bienestar eterno en vez del temporal. No criemos niños consentidos, egoístas, narcisistas, que se creen que son los mejores y que se lo merecen todo, sino más bien amorosos, bondadosos, humildes y agradecidos.
“El niño dejado a sus caprichos es vergüenza de su madre.” Proverbios 29:15
Mostremos a nuestros hijos que todo lo que tenemos en la vida, todo lo bueno todos los santo, todo don y talento, viene del Padre de las alturas.
La gratitud se enseña y se practica diariamente, pues existe la tendencia a ser todo lo contrario. Mostremos a nuestros hijos las muchas razones que tenemos para agradecer a Dios diariamente.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;” Colosenses 3:23
7. Deberes familiares. Pertenecer
Como familia cada uno puede tener deberes en la casa, cada miembro debe sentirse parte de la familia y que es útil y necesario para mantener la limpieza, organización y las buenas relaciones en el hogar. Cada miembro debe contribuir al propósito de los demás y no ser de tropiezo a los más débiles. Revisemos Colosenses 3 del 18 al 25 donde habla aún más de los deberes sociales de la vida.
8. El Centro es Jesús
Al pasar los años nos damos cuenta que por nuestros propios esfuerzos no podemos cambiar ni lograr esa perfecta armonía de la vida. O le damos mucho tiempo a los amigos y descuidamos la familia, o trabajamos sin descansar y nos alejamos lentamente de los nuestros, muchas veces le damos demasiado tiempo a lo que menos vale la pena.
Debe haber un equilibrio, y ese balance tan deseado está sólo en Jesús. Por ello debemos buscar de Dios cada día para que Él nos indique lo que debemos hacer ahora y lo que podemos dejar para luego.
Jesús debe ser el centro de nuestro hogar. Las enseñanzas que damos a nuestros hijos, nuestras palabras, la manera en como resolvemos los conflictos y como nos tratamos los unos a los otros deben estar basadas en los principios divinos de la Palabra de Dios.
Palabras finales
Por tanto nosotros, queridas madres y padres de este mundo, aunque muchas veces pensemos que nuestros hijos no ven ni entienden, la realidad es que están observando cómo nos relacionamos con otros y con Dios. El centro de nuestra vida y de nuestro hogar debe ser Jesús.
No obviemos la batalla constante que tenemos, nuestro enemigo es Satanás y sus aliados, no nuestros familiares.
No desmayemos de hacer el bien, modelemos una vida justa e integrada a Dios y recibiremos la recompensa a su debido tiempo.
Lo más importante de todo, que nuestras vidas estén en concordancia con lo que profesamos. Somos cristianos no por ir a una Iglesia sino por seguir a Cristo.
No se desanimen si no ven aquello por lo que tanto han orado. Dios es fiel y responderá.
Confíen y no dejen de leer la Biblia diariamente, orar y ayunar por sus familiares.
Más Integrados a Dios,
más bendecidos.
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