Carta a Mamá

«Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.» (1 Juan 3:1).

Así como Dios nos ama con nuestro imperfecto estado humano, así debe ser nuestro amor a los hijos, no basado de acuerdo a un comportamiento perfecto. Reconociendo que Dios ama al pecador , pero que aborrece al pecado. Que nuestros hijos entiendan que tan grande es el amor del Padre que nos ha puesto normas para que nos vaya bien en la vida. El amor verdadero no deja de lado las normas y la corrección. La disciplina refuerza las instrucciones y se lleva a cabo con amor.

«Porque el Señor al que ama, disciplina». (Hebreos 12:6).

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Proverbios 22:6

Queridos Mamá y Papá debemos estar conscientes que un punto fundamental es la lectura de la Biblia, pero no la lectura cuando ya los hijos ya están grandes ni de manera mecánica. Debemos de buscar la manera de trasmitirles la Palabra, de hacérselas llegar a ellos de distintas maneras y teniendo en cuenta la edad y desarrollo del niño. Estamos convencidos de que la Palabra de Dios es viva y eficaz y que ella no retorna atrás vacía, nosotros estamos seguros que aunque los hijos estén en el vientre de la madre, esa palabra tiene poder esa palabra se queda en su corazón y en su mente, ese cerebro está escuchando esa palabra día y noche y no se apartará de su cabeza si nosotros permanecemos constantes.

Es importante la verdad absoluta de Dios porque si los hijos conocen la verdad de Dios y nosotros se la modelamos, no habrá nada que los engañe, no darán resultado las vanas filosofías, ni las  tradiciones de hombre, ni la cultura, la moda, ni las muchas cosas que este mundo quiere traer para apartar a nuestros hijos de Dios.

El orar no les resultará extraño ni aburrido a nuestros hijos si les enseñamos desde pequeños lo que esto significa, si le enseñamos a agradecer a Dios cada día y a poner todos nuestros planes en sus manos. Modelemos a nuestros hijos una vida de oración, de intercesión, que aprendan desde pequeño a hablar con su Padre celestial. Dios nos mandó a orar en todo tiempo. No descuidemos la oración, puede mucho y tiene poder.

La relación que como padres tenemos con Dios,  modelada a nuestros hijos a través de nuestras palabras y nuestros actos. El modelo de una vida cristiana vivida y no una vida hablada, mostrando temor de Dios. Debemos ser lo que queremos que nuestros hijos sean, más vale el testimonio de la conducta que mil palabras.

«Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras» (Mateo 5:16).

La manera en como nos comportemos frente a cada situación revela nuestra madurez y dominio propio. Nuestro comportamiento es el mejor ejemplo para nuestros hijos, y además nos da también la medida en la que nosotros estamos preparados para lidiar con determinadas cosas. Nuestras emociones deben mantener un equilibrio a la hora de corregir. Vayamos a la raíz del asunto y analicemos las situaciones en calma. La manera en que respondemos a nuestros hijos les enseñará a tratar con las situaciones en su propia vida.

«Mejor es el lento para la ira que el poderoso» (Proverbios 16:32).

«Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda» (Proverbios 25:28).

Es inconcebible que un padre le diga a sus hijos “haz lo que te digo pero no lo que yo hago” y mientras se le dice a sus hijos que es malo fumar ellos están fumando, mientras le dicen a sus hijos que Dios dice que la mentira es mala, ellos mismos mienten.

Como padres debemos permanecer en relación estrecha con Dios , procurar nuestro crecimiento espiritual y ser libres y sanos para poder hablar desde la libertad y sanidad a nuestros hijos. Pidamos al Señor que nos despoje de nuestros propios gustos y pasiones para vivir la vida que le agrada a Él, que nosotros podamos modelar una vida de comunión con Dios, leyendo la Palabra, orando, actuando piadosa . Los hijos aprenden más por lo que ven que por lo que oyen.

Dios conoce todas las cosas. Aunque somos padres , no somos dueños de nuestros hijos. No somos ni siquiera dueño de  nuestra propia vida. El Espíritu Santo es el único que nos puede ayudar en esta tarea con eficacia. El Espíritu Santo nos revela las cosas que aún no hemos aprendido de nadie y nos ayuda a entender el propósito de Dios para nuestras vidas y nuestros hijos. Muchas veces queremos que nuestros hijos sean como nosotros queremos y que actúen como pensamos o como les hemos enseñado . Y lo cierto es que debemos  pedir a Dios mucho discernimiento. Dios no crea diseños repetidos y el tienen un propósito para cada persona. El Espíritu nos ayude a reconocer los talentos de nuestros hijos y su esencia para que podamos sobrellevar y tolerar también  sus acciones sin sentirnos culpables de sus fracasos ni amargados cuando ellos actúen diferente. No debemos obligar a nuestros hijos a obedecer, tampoco debemos permitir que hagan todo lo que quieren. Tratemos de encontrar el equilibrio en Dios, para que podamos contribuir al propósito de nuestros hijos y no serles piedras de tropiezo o estancamiento.

«Pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón» (1 Samuel 16:7).

Les invito al estudio de la carta del apóstol Pablo a los Colosenses para que reconozcamos otros principios bíblicos que debemos aplicar a la hora de educar a nuestros hijos.

Así como el mismo hablando de la sabiduría yo les exhorto a que busquemos la sabiduría que viene de Dios recordando que el principio de la sabiduría es el temor de Jehová.